miércoles, 11 de febrero de 2009



La luz de los amantes

Tengo un perro
Su nombre es el de un héroe sumerio
Gilgamesh
Está muy viejo
Camina con dificultad
La sordera lo ha vuelto huraño y cascarrabias
Sus ojos presagian una cercana muerte
Me muerde No me reconoce
Come a duras penas delicadas papillas
Pero duerme conmigo
Es un raro amante anciano
egoísta y gruñón
enfermo de mezquindad y celos
Se acerca otro verano
pero no habrá otro perro
Artrítico canceroso diabético
Terminará en cualquier momento
y como todo lo amado
lo enterraré en un jardín
donde la eternidad no lo fosilice
Lo que fue amado
quedará para siempre *
junto a la lumbre de los solitarios
a los trastos machacados de olvido
a los huesos de los interdictos
a la penuria de los animales domesticados
Todos serán un mármol duro de roer
como mi perro
que me está mirando con unos ojos de amor
como nadie me ha mirado nunca
y que me seguirá mirando
a través de sus ojos insondables
en la generaciones y degeneraciones
de los mundos
Me da gusto su olor
pues comemos del mismo plato
una comida donde no interviene la sangre
sino la luz de los amantes


* verso de Fosa común, de Alejandro Carrizo

No hay comentarios:

Publicar un comentario