En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me rodean
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Con solo mirarme, me liberas.
Aunque yo me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo tras pétalo mi ser
como la primavera abre con un toque diestro
y misterioso su primera rosa.
O si deseas cerrarme, y yo y
mi vida nos cerraremos hermosa, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por doquier.
Nada que hayamos de percibir en este mundo
iguala la fuerza de tu intensa fragilidad,
cuya texturame somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y a la eternidad con cada respiro.
Ignoro tu destreza para cerrar y abrir pero,
cierto es que algo me dice que la voz de tus ojos
es más profunda que todas las rosas…
Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas.
E.E. Cummings (1894-1962)
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